Tras la boda empiezan los problemas y los recién casados Flor e Iñaqui tendrán que averiguar si el vínculo fue un error o, por el contrario, pueden luchar por salvar la relación....Me casé con un idiotaCritica: llena de aciertos… pero nada más lejos de la realidad.Pero vayamos por partes, porque hay muchos aciertos pero también otros tantos deméritos dignos de mención. Entre lo positivo está la puesta en escena que recrea, prolonga y amplía la arrebatadora estética primigenia: esa llovizna casi constante, esa ausencia de horizonte, claridad y sol, ese opresivo presente de pesadilla que parece abocarnos al abismo, esa mezcolanza entre replicantes y humanos que vuelve confuso lo cotidiano y nos hace desconfiar tanto de lo que vemos como de lo que sentimos; una fotografía innovadora y sugerente, llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. Es decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia.... Me casé con un idiota
Máximo, un gigoló especializado en la seducción de mujeres ancianas ricas, se casa con una mujer que le dobla en edad. Veinticinco años después, harto y aburrido de despertar junto a su esposa de 80 años, recibe la sorpresa de su vida cuando ella termina abandonándolo. Forzado a salir de su mansión y buscando desesperadamente dónde quedarse, deberá mudarse con su distante hermana Sara y su adorable hijo nerd Hugo, en su pequeño departamento. Cómo ser un latin loverCritica: En mi crítica a “No se aceptan devoluciones” me preguntaba si lo Eugenio Derbez manifestándose contra los estereotipos latinoamericanos pese a promoverlos en sus películas, no era más que un desliz mental…Pero aquí queda comprobado que en efecto, no fue un despiste, sino pura HIPOCRESÍA, así con mayúsculas. Aunque él se las quiera dar de activista social dedicándole un video a Donald Trump pidiéndole que vaya ver su nueva película y compruebe por si mismo el talento y compromiso de los latinos.¿Y de que va su película? De un mexicano huevón que viaja a Estados Unidos para seducir ancianas ricachonas que le mantengan y no trabajar el resto de su vida….¡TOCATE LOS HUEVOS! ¡ahora si saltaste el tiburón, Eugenio!Y lo peor del caso que esa es la mejor aportación que nos da esta película, que es muy poca cosa: Derbez no sale de su zona de confort y se inmiscuye en una comedia de baratillo que hace gala de un humor simplón que se agota rápidamente y cierra todo con una moraleja que cala en el espectador con menos fuerza de lo que lo haría una galletita de la fortuna.Lo que más risa da de Derbez es como contradice su postura una y otra vez, en serio. De pena ajena, igual que sus películas.
Emma (Natalie Portman) y Adam (Ashton Kutcher) son, desde hace mucho tiempo, dos buenos amigos, pero casi arruinan su relación por pasar una noche juntos. Deciden, entonces, preservar su amistad por encima de todo, aunque tengan relaciones íntimas. Muy pronto descubrirán que es muy difícil mantener una relación estrictamente física sin contraer compromiso alguno y al margen de los sentimientos. No Strings Attached Amigos con derechos Critica:Viendo producciones como esta se me hace evidente, una vez más, que la comedia romántica es el género más fácil, simple o menospreciado -elijase lo que se prefiera- que existe a la hora de abordar una producción cinematográfica, al menos tal y como se conoce hoy en día a este devaluadísimo género condenado a perecer en las estanterías de un 'Todo a Cien' a la espera de su oportunidad para rellenar un hueco en un calendario de estrenos o una filmografía. Basta con aplicar una sencilla receta que consiste en una idea de partida y dos actores de buen ver, agitar sin revolver un poco, añadirle algún tipo de moraleja y ya está, listo para servir en la mesa. Lo verdaderamente complicado es entender que siga funcionando (comercialmente) como si 'Exposados' o similares nunca hubieran existido. Amigos con derechos. Amigos con derechosPor su parte se hace evidente que Natalie Portman necesitaba un descanso tras la paliza a la que debió ser sometida por Aronofsky en 'Cisne negro'. Y como (casi) toda estrella de Hollywood que se precie necesita al menos una comedia romántica en su currículum, nada mejor que aliarse con el especialista/resignado Ashton Kutcher y dejarse llevar por una de esas producciones del montón y nada emblemáticas más cercanas a unas vacaciones pagadas que a un trabajo en sí mismo -y que suscita cierta envidia (in)sana- en el que basta con lucir palmito y evidenciar tu sonrisa Profident, y donde se nos hace evidente que sus protagonistas habrán disfrutado tanto tras las cámaras que, aparentemente, se han olvidado de los que les vemos delante de ellas. Amigos con derechos. Amigos con derechos
Cuando Abel descubre que su madre, Sylvie, que ronda los sesenta años, está a punto de casarse con un hombre en la cárcel, entra en pánico. Respaldado por Clémence, su mejor amiga, hará todo lo posible para intentar protegerla. Pero su encuentro con Michel, su nuevo padrastro, podría ofrecer a Abel nuevas perspectivas…
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