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El policía forense Paul Herzfeld encuentra dentro de un cadáver una cápsula metálica que contiene una serie de dígitos y el nombre de su hija. Al llamarle para comprobar qué está pasando, esta le pide auxilio, pues ha sido raptada por un asesino en serie sediento de juegos macabros.
Un accidente marca y distancia a una madre (Jennifer Connelly) y a un hijo (Cillian Murphy). Ella llega a ser una famosa artista; él, un peculiar cetrero que vive marcado por una doble ausencia. Una joven periodista (Mélanie Laurent) propicia un encuentro entre ambos, que los lleva a plantearse la posibilidad de entender el sentido de la vida y del arte a pesar de las incertidumbres.Aloft No lloresCritica:El sentido de la vida – ¿Qué hacemos aquí? ¿Para qué venimos? – y el sentido de la enfermedad – ¿Por qué yo o mi hijo o para qué el sufrimiento? – no parecen contenidos muy propicios o ligeros con los que condimentar una película comercial al uso. Quizás esto es lo más llamativo de todo, nos encontramos con una cinta que parece remar a contracorriente, sin concesiones, ni facilidades, singular en cualquier caso, en búsqueda constante de un norte y un rumbo que no acaba de encontrar o transmitir.No lloresSe agradece que la cinta transite caminos poco habituales y hasta arriesgados, que no se haga previsible en casi ningún momento, que revele poco a poco su trama como con coquetería y pudor, que no imponga ideas preconcebidas o fuerce respuestas deslumbrantes o alambicadas, que sencillamente deje que los acontecimientos fluyan y vayamos comprobando que la suma de los días y de los acontecimientos no siempre nos permite vislumbrar nítidamente el contorno de un rostro o de una historia reconocible. Se respira libertad y transmite libertad – que no debe confundirse con liberación, ya que todos sus protagonistas son esclavos de unas pulsiones no siempre bien encauzadas.No lloresQuizás haya demasiado salto temporal entre las dos historias que narra – entonces, hace veinte años, y ahora, la inexorable consecuencia de aquellos acontecimientos. Este ir y venir pendular a veces se agradece y otras veces fatiga y resulta un recurso demasiado fácil para un guión que sin lugar a dudas tiene algo que contarnos y mucho que decirnos, pero parece que no encuentra siempre el tono y el ritmo adecuados, perdiéndose en meandros y disquisiciones que no están siempre a la altura de sus buenos y complejos propósitos. No lloresEs innegable que el punto fuerte de la película es el reparto, todos ellos acertados y con un toque de verdad que dignifica la cinta en su conjunto. Destaca sobre todo Jennifer Connelly que está en un momento dulce de su carrera, tanto física como artísticamente, bien secundada por Cillian Murphy en el papel menos agradecido y más atormentado de todos. Merecen destacarse también a la parisina Mélanie Laurent y a la madrileña Oona Chaplin. Pero quizás al final prevalezca cierta dispersión y falta de garra que si bien no lastran el balance global, si dejan cierto poso de insatisfacción. Podría haber sido mejor pero se queda en interesante ejercicio voluntarioso. No llores
En 1947, Holmes vive retirado en una remota granja de Sussex con un ama de llaves y el hijo de ésta. Cumplidos los 93 años, su memoria y su capacidad intelectual empiezan a deteriorarse. Su rutinaria vida se limita al cuidado de su colmena, a la escritura de su diario y a la lucha contra su pérdida de facultades. De repente, se le presenta un caso desconocido hasta el momento. HolmesCritica:No hay nada tan desolador como fracasar, sentirse herido en el amor propio y sucumbir al desánimo correoso y feroz de haber fallado a un semejante que necesita ayuda y no haber sabido dársela. Una cosa es la aparente lógica de los hechos y otra diferente el componente humano que conlleva toda interrelación con tus semejantes – y no todos estamos preparados o sabemos calibrar el impacto que nuestras palabras o nuestras acciones u omisiones pueden tener sobre ellos. A veces, la soberbia de creerse infalible o intelectualmente superior, nos hace ser crueles por insensibilidad o ceguera, al creernos en posesión de la verdad absoluta y, sin saberlo, estamos abocados al descalabro irreversible. HolmesEsta irregular cinta británica ofrece tras su cuidada estética – que combina la nostalgia, la angustia de la memoria (y de su pérdida), el trapicheo entre realidad y ficción – un agudo retrato sobre el aprendizaje, que no es privativo de los niños o de los jóvenes, sino del que somos capaces a cualquier edad y en cualquier momento, aunque seas un nonagenario en el tramo final de tu existencia. Se entrecruzan varias narraciones, todas ellas entreveradas, que se desarrollan en diferentes momentos pero que contribuyen al discurso global de la cinta. Aprender de los errores para volvernos más humanos, más compasivos, más dichosos.Para ello se sirve de un personaje tan trillado como fascinante – Sherlock Holmes – en el ocaso de su vida. Es una ficción construida sobre otra ficción, como un delicado juego de espejos, donde se reflexiona sobre cómo nos construimos nuestro propio personaje y cómo nos lo construyen los demás, hasta que al final no sabemos si somos quien creemos ser o simplemente estamos interpretando la fantasía que se espera de nosotros. Rectificar es de sabios y las segundas oportunidades, a veces, tienen la virtud de redimirnos, porque si bien no podemos reescribir nuestro pasado al menos podemos convertirnos en dueños de nuestro presente.HolmesLa cinta contiene algunos momentos excepcionales donde da de lleno en la ambiciosa diana que se traza, pero adolece de un ritmo desigual, de una trama quizás demasiado banal y tenue para servir a tan sesudas reflexiones, lo cual desluce el conjunto. Pero cuando acierta, nos subyaga y convence. Al éxito final contribuyen tanto la magnética presencia de Ian McKellen en una de sus más primorosas interpretaciones, como la evocadora y melancólica música de Carter Burwell, que sirve de frondoso tapiz sonoro sobre el que se despliegan las flaquezas, remordimientos y desventuras que se retratan. Imperfecta pero recomendable. Holmes
Patrice es la propietaria de una galería de arte en apuros económicos que se ve obligada a blanquear dinero para Gordon y el jefe del crimen local llamado Andrei. Para ello, vende obras de arte hechas por Reggie, un asesino a sueldo, cuya fama como artista se encarga de crear ella misma. Mientras la intriga en la comunidad artística crece sobre este misterioso artista, Reggie quiere dejar su vida criminal, por lo que llega a un acuerdo con Gordon: Debe realizar un último asesinato para él.
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