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Ben es un padre que ha pasado diez años viviendo en los remotos bosques situados al noroeste del Pacífico criando a sus seis hijos. Sin embargo un día la familia debe abandonar su modo de vida en la naturaleza y volver a la civilización. Asimilar su nueva situación y adaptarse de nuevo a la sociedad moderna no les va a resultar nada sencillo. Captain Fantastic CapitánCritica:Cuál es la mejor educación para los niños? Muchos padres se desesperan cuando sus hijos comienzan a tener sentido propio para hablar pero de su boca no salen las palabras que los progenitores esperaban escuchar, sea por un alarde de inteligencia impropio de su edad que deje en cueros a los mayores o por una alarmante insuficiencia de conocimientos. Cansados del método educativo tradicional, hay quienes se plantean una enseñanza basada únicamente en métodos naturales e inculcada por las propias figuras paternas. Este es el caso de Ben y Leslie, que deciden irse a vivir a un remoto bosque donde proporcionarán a sus retoños una educación al aire libre, que les alivie de Internet, cine, televisión, videojuegos y demás estándares de entretenimiento moderno para volcarles en el ejercicio físico y la nutrición mental, entendiendo esta por absorber dosis de casi todas las ramas del conocimiento. CapitánCaptain Fantastic intenta retratar a esta familia desde el momento en que Leslie acumula varias semanas ingresada en un hospital de la ciudad. Ben y sus seis hijos se mueven de un lado al otro del bosque desempeñando el mismo plan, hasta que el protagonista recibe la desgarradora noticia de que ha enviudado. La familia deberá decidir entonces si rompe con su exilio voluntario de la civilización o si regresa a ella para rendir un último adiós la mujer de su vida. Capitán
Tres adolescentes inadaptados, Mark, Becky y Memo, descubren un mundo fantástico llamado "Black Tower" que está siendo sometido por un temible gryphon.
China, siglo X, dinastía Tang. En vísperas del Festival Chong Yang, el Palacio Imperial se llena de flores doradas. El regreso inesperado del Emperador, con el Príncipe Jai, para celebrar la fiesta con su familia, resulta sospechoso, pues su relación con la Emperatriz es muy fría. Durante muchos años, la Emperatriz y el Príncipe heredero Wan, su hijastro, han mantenido una relación ilícita, pero Wan se siente atrapado y sueña con huir del palacio con Chan, la hija del médico imperial. Mientras tanto, el Príncipe Jai, el hijo fiel, crece preocupado por la salud de la Emperatriz y su obsesión por los crisantemos dorados.
Sambá es un drama deportivo sobre la redención a través de la metáfora de la vida y el boxeo.Critica:Por una parte, soy un tardío fan de la cinta original. En 1983 me pareció un pestiño (era un adolescente abducido por ‘La guerra de las galaxias’); en 1992, en mi opinión, el montaje del director mejoraba (y mucho) la propuesta; pero no fue hasta hace algunos pocos años, ya en formato blue-ray, en que me sedujo y cautivó por completo y sin reservas. Por otra parte, soy un entusiasta admirador del director Denis Villeneuve, de quien sólo he visto aciertos de todo género y planteamiento, un virguero de las imágenes y del montaje, un artista incontestable y evidente, lo mejor que me he encontrado en una sala de cine en lo que va de siglo. Es decir, que iba con ganas y sana curiosidad al cine, esperando encontrar un propuesta inédita y – sea cual fuera el camino elegido – llena de aciertos… pero nada más lejos de la realidad.Pero vayamos por partes, porque hay muchos aciertos pero también otros tantos deméritos dignos de mención. Entre lo positivo está la puesta en escena que recrea, prolonga y amplía la arrebatadora estética primigenia: esa llovizna casi constante, esa ausencia de horizonte, claridad y sol, ese opresivo presente de pesadilla que parece abocarnos al abismo, esa mezcolanza entre replicantes y humanos que vuelve confuso lo cotidiano y nos hace desconfiar tanto de lo que vemos como de lo que sentimos; una fotografía innovadora y sugerente, llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. Es decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. SambáUn metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia. Sambá
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